Cada vez más hogares y comunidades de propietarios están adaptando sus hogares para usar energías renovables, especialmente con la instalación de paneles solares y, en ocasiones, aerogeneradores.
Según la Agencia Internacional de la Energía (IEA), la suma de las edificaciones y el sector de la construcción en el mundo consume el 36 % de la energía.
La producción de energía, a su vez, es responsable de tres cuartas partes de las emisiones de CO₂. Es fácil entender que, si conseguimos que los edificios y la edificación consuman menos energía, estaríamos evitando una buena parte de las emisiones.
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En lugar de aumentar la capacidad, es posible construir casas que necesiten menos energía y, por lo tanto, que puedan llegar a funcionar sin necesidad de suministro eléctrico de la red. Esta es la promesa de la arquitectura bioclimática.
Qué es la arquitectura bioclimática
Terrazas planas, ventanas pequeñas y paredes blancas en un lado, techos puntiagudos a dos aguas, grandes ventanales y colores oscuros en el otro. Paredes gruesas en ambos casos. Las construcciones tradicionales son bioclimáticas mucho antes de que se inventara la palabra, y podemos aprender mucho de ellas.
La arquitectura bioclimática adapta el diseño de los edificios y los espacios al clima local, con la finalidad de proporcionar confort térmico y ahorrar energía, aprovechando las fuentes de energía ambientales, como el sol, la lluvia y viento.
Además, este tipo de arquitectura se integra estéticamente con su entorno, y emplea materiales naturales y disponibles localmente.
En la actualidad, la arquitectura bioclimática suma a todos estos recursos el uso de materiales naturales y reciclables, como la piedra y la madera, y no contaminantes.
Además, incorpora las energías renovables, como los tejados solares, y los materiales de alta tecnología, como pinturas absorbentes o reflectantes, ventanas de cristal líquido que se oscurecen solas, o materiales con memoria que se reparan a sí mismos.
Es posible ir un poco más allá y no solo adaptar la casa al espacio, sino usar la tecnología para que el consumo se reduzca al mínimo, y sea muy fácil suministrar la energía necesaria con fuentes renovables, como un techo solar. Este es el concepto de la casa pasiva.
Casas pasivas
Este estándar de construcción se desarrolló en Alemania y Suiza, y establece límites a la cantidad de energía que debe necesitar una casa, especialmente para calefacción y refrigeración.
El Passiv Haus Institut propone que estos gastos supongan un máximo anual de 15 kWh por metro cuadrado al año.
En total, el gasto energético de la casa no debe superar los 60 kWh/m² al año, es decir, 6.000 kWh para una casa de 100 metros cuadrados.
Las casas pasivas tienen que garantizar el confort térmico tanto en invierno como en verano, con un máximo del 10 % de las horas por encima de los 25 °C.
Un edificio bioclimático es, por definición, más fresco en verano, más cálido en invierno, menos húmedo, menos ruidoso y más agradable a la vista.
Si además se añade energía solar, geotérmica, aerotérmica o eólica, se podría llegar a prescindir del suministro de energía. A los precios actuales, merece la pena hacer cuentas.