¿Cómo deben ser las ciudades adaptadas al cambio climático? Esa es la pregunta que se formulan ahora los urbanistas, arquitectos, biólogos y otros planificadores de las ciudades del futuro.
Algunas recetas del nuevo ideario hablan de un urbanismo donde tengan mayor cabida los espacios verdes, una arquitectura que integre las variables para lograr edificios que ahorren energía y la participación ciudadana para ajustar las propuestas a las necesidades de los vecinos.
Salvador Rueda, director de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona, indica que hay dos maneras de mitigar la temperatura de la ciudad que se da por la ‘isla de calor’.
«Generar alfombras verdes tanto en superficie (a pie de calle), como en altura (en las cubiertas edificadas) y buscar la permeabilidad del suelo», explica.
Según Rueda, ambas situaciones permitirían reducir la temperatura de la ciudad hasta cuatro grados. Además, se debe llevar a cabo, de forma urgente, la implantación de la vegetación y del suelo permeable en toda la ciudad.
Los expertos también apuntan la necesidad de cambiar el modelo de movilidad actual, con el objetivo de liberar espacio y sustituir los autos por arboledas que proporcionen sombra.
“A día de hoy, el espacio público es de uso casi exclusivo para la circulación de vehículos. Se recurre al asfalto, que es de color negro, y el nivel de absorción de calor es tremendo. La situación se hace insostenible en el tiempo”, asegura Rueda.
Supermanzanas
Rueda es el ideólogo del proyecto de las supermanzanas en Barcelona.
“Las supermanzanas pueden liberar el 70 % del espacio público que hoy está dedicado a la movilidad. Podrían convertirse en calles con prioridad peatonal en las que colocar la arboleda que proporcionaran la sombra que necesitamos”, explica.
Este tipo de propuestas pueden realizarse en un periodo de ocho años. Es un tiempo ridículamente corto para una obra de tal envergadura, que conllevaría un coste de unos 500 millones de euros.
Por otra parte, las supermanzanas no comprometen la organización de la ciudad, “solo se necesita reducir un 15 % la circulación de los automóviles”.
Espacio público adaptado al cambio climático
Fernando Porras-Isla, arquitecto que trabaja en el espacio público de Madrid, explica cinco condiciones que un proyecto de obra en la ciudad debe tener para estar adaptado a la situación de cambio climático.
1. Condición vegetal
“Hay que naturalizar lo máximo posible la ciudad con especies vegetales capaces de fijar carbono y, además, que sean autóctonas, que estén aclimatadas a esa ciudad”.
2. Establecer continuidades
“Aquí, hablamos de garantizar la accesibilidad a personas con cualquier capacidad. También, es necesario crear corredores de flora y fauna”.
3. Suelo más fértil
Esto se consigue con pavimentos porosos, que lo hagan permeable y con capacidad drenante.
“En la capital trabajamos con el ánimo de recuperar el origen del nombre de Madrid, el cual fue ‘Mayrit’, acuñado por los árabes y que significa abundancia de agua”.
4. Crear microclimas
Y se consigue, “gracias a la humedad de las plantas escogidas por expertos que vayan a trabajar en la nueva obra”. La intención es reducir grados en verano y subir un poco la temperatura en invierno.
5. Elección de materiales
“Se tienen que utilizar aquellos elaborados en un radio de 150 km para evitar que se hagan transportes de larga distancia”, concluye Porras-Isla.
Rehabilitación energética de edificios
La adaptación de la ciudad al cambio climático también pasa por la rehabilitación energética de las viviendas.
“El objetivo es el de aumentar, al menos, la eficiencia energética de las viviendas en un 30 %”, asume Albert Cuchí, arquitecto y profesor de la UPC.
Según Cuchí, hay que mejorar la envolvente del edificio. “Potenciar el aislamiento térmico de los elementos exteriores como cubiertas y ventanas. También, asegurar la protección solar de las persianas o instalar dobles vidrios”, indica.
En este sentido, el profesor señala que, además, es necesaria la incorporación de fuentes renovables, por ejemplo, instalar paneles solares fotovoltaicos.
Los huertos urbanos
Un modelo de ciudad adaptada a la emergencia climática también pasa por la participación de sus vecinos.
Las asociaciones vecinales han sido pioneras en incorporar iniciativas ambientales para proteger los espacios públicos amenazados por la construcción de urbanizaciones.
En estos últimos años, los vecinos se han preocupado por incorporar acciones innovadoras, en el caso de Madrid, el foco está en la agricultura urbana.
“El escenario de crisis eco social en el que estamos y con un contexto de crisis energética, las ciudades van a tener que repensar todo el funcionamiento de sus sistemas alimentarios”, sugiere José Luis González, responsable de huertos urbanos en la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid.
En Madrid se empezó con la iniciativa de la red de huertos comunitarios desde hace más de una década. “Empezó como un proyecto vecinal, pero hace 8 años se consiguió que estos huertos fueran reconocidos por el Ayuntamiento”, comenta González.
Actualmente, hay registrados un total de 70 huertos comunitarios en Madrid, los más grandes alcanzan los 1.500 metros cuadrados.