Guatemala se caracteriza por tener un alto riesgo sísmico, por ello es necesario que el país se encuentre preparado y cuente con un plan de acción para mitigar el riesgo, sobre todo, en la construcción de viviendas y edificaciones.
En cuatro reportajes publicados previamente se abordaron los resultados de tres informes realizados por Miyamoto Internacional con el apoyo de otras organizaciones, donde se plantean los escenarios, los riesgos y algunas recomendaciones para ayudar a mitigar la vulnerabilidad en el país.
Para finalizar este especial se presenta una entrevista con Héctor Monzón Despang, quien posee un doctorado en ingeniería sismorresistente, dedicado a la planificación de estructuras en Guatemala, El Salvador, Honduras y Paraguay.
Además, ha trabajado en análisis de amenaza sísmica, o sea, en determinar cuál es el grado de sismicidad en el país, en California, Pakistán y Macedonia.
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Por ello, Monzón Despang comparte una visión del riesgo que hay en Guatemala y la necesidad de que las personas que se dedican a la construcción estén capacitadas.

Guatemala, un país con tres fuentes sismogénicas
Al consultarle sobre los impactos que considera que podría tener el país si ocurriera un evento de las características del terremoto de 1976, o el riesgo de que ocurra un daño parecido al provocado en Turquía y Siria por los sismos de febrero de 2023, Monzón explica a detalle la situación de Guatemala.
Lo primero que enfatiza el experto es que en Guatemala se tiende a olvidar la ocurrencia de sismos significativos.
“El terremoto de 1976 ya fue hace medio siglo casi, y ahora como que se empieza a olvidar o no se considera que eso pudiera suceder el día de mañana”, advierte.
Lamentablemente, esto ocurre en Guatemala, cuando el país tiene tres fuentes sismogénicas, las cuales amplía a detalle:
1. Zona de subducción
Es la más activa y lo recuerda con “temblores chiquitos”, y a veces grandes. “Se llama la zona de subducción. Esos son sismos que se generan debajo de la costa sur”, dice.
Ha sido responsable de sismos tan significativos como los de Santa Marta, que destruyeron Santiago de Guatemala hace 250 años (1773). Los terremotos de Quetzaltenango en 1902. Y en 1942 se tuvo uno que fue costa afuera o relativamente profundo, por lo que causó un daño generalizado, pero leve en la parte sur y centro del país.
En 2001 hubo un sismo de este tipo en El Salvador; dos en San Marcos en 2012 y 2014, y en 2016 varios en el istmo de Tehuantepec, al Sur de Chiapas (México).
“Hay una brecha sísmica, o sea falta un sismo que ocurra, y sea precisamente frente de Escuintla. Ese es un tipo de sismo significativo del cual nos tenemos que cuidar, es un sismo que puede ocurrir cualquier día”, dice, no para alarmar, sino para hacer conciencia del riesgo.
2. Zona de transcurrencia
Monzón explica que esta fuente sismogénica recorre desde Izabal, todo el centro del país, Quiché y Huehuetenango hacia Chiapas. Y fue la que generó el terremoto de 1976.
“Trabaja un poco más despacio y la sociedad en general tiende a olvidar. El del 76 no se ha olvidado porque es relativamente reciente, pero este tuvo compañeros similares”, resalta.
En 1816, causó enorme daño en Quiché y Huehuetenango; antes ocurrió en 1785 en Izabal.
“Este tipo de sismos, son similares al caso de Turquía, donde se sabe que ahí está la falla, y los geólogos hablan ‘si aquí hay falla’, pero nadie da cinco centavos porque le ocurra un sismo. De repente, de la noche a la mañana, le aparece el sismo de 1976, y de los del siglo XVIII y del siglo XIX, que ya nos olvidamos”, resalta.
Enfatiza que nadie habla de ellos, ni los enseñan en la escuela, tal vez mencionan el de Santa Marta.
“Este tipo de sismos de la zona de transcurrencia, ni siquiera produce temblores pequeños, sino que de repente se deja venir el sismo grande. También hay que tomar precauciones, porque ya pasaron dos siglos desde la última ocurrencia de este tipo de sismos, y del de 1976”, menciona.

3. Sismos medianos
La tercera familia o fuente sismogénica son sismos medianos y producidos por fallas muy superficiales, pero que son muy peligrosos.
Un ejemplo son los terremotos de 1917 y 1918 en la Ciudad de Guatemala, los cuales fueron seis sismos medianos significativos, pero que demolieron la ciudad y muchas poblaciones desde Amatitlán hasta San José del Golfo.
¿Qué estructuras podrían tener mayor impacto si ocurren este tipo de sismos?
— Lo comprueba un poco o bastante la documentación del estudio que hizo la empresa Miyamoto, con auxilio de USAID. Se comprueba bastante la imagen de lo que puede suceder en Guatemala con el próximo sismo significativo.
Hay que distinguir entre las estructuras mayores. Este edificio donde estamos (zona 10) y los de zonas 13, 14, 15 construidos en los últimos 30 o 40 años, posiblemente son los más seguros.
Van a tener daño, porque son vulnerables a que se quiebren vidrios, se caigan cielos suspendidos, pero las estructuras en sí van a salir en general bien paradas, eso sí, depende de la intensidad del sismo.
De allí bajamos a la construcción menor de uno o dos pisos hecha de mampostería. En la zona central, en el municipio de Guatemala y algunos municipios vecinos, estas edificaciones de dos pisos, muy pocas veces llegan a tres, y que tienen medio siglo o un poco más de haber proliferado.
La ventaja que tienen es que surgió el FHA en los años 60 y como daba el préstamo para las casas, obligó a que se hiciera un conjunto de reglas. La construcción es bastante buena, de buena calidad.
Claro, con el sismo no podemos nunca decir esto sí o no, verdad, pero en general van o pueden comportarse bien.
¿Cómo se puede corregir lo de la calidad o cuando se exceden los pisos mínimos o aceptables? ¿Con capacitación?
— Hay poco control en este tipo de construcciones. En los últimos 15 años han empezado a aparecer edificaciones que tienen tres, cuatro, a veces seis pisos, y que están hechos con la tecnología para dos pisos, estas son peligrosas a futuro.
En Guatemala en las últimas décadas hemos tendido a olvidarnos de la educación a nivel medio, solo pensamos en profesionales universitarios o personas que tienen cero capacitación.
Otro punto importante en estas construcciones en el interior de la república es que las están haciendo maestros de obra.
La gente no se mete ella misma a construir, sino que están contratando a alguien, eso también es positivo, pero este alguien no siempre está capacitado.
¿Entonces qué es lo que debemos hacer a nivel país?
— Debemos mejorar la capacitación a nivel medio. Existen, porque está el Intercap y Kinal, que hace una gran labor, los institutos tecnológicos de nivel medio que hay en Suchitepéquez, son ejemplos.
Estas personas pueden recibir buena capacitación y les pueden dar un certificado. Ahora el Intecap lo está haciendo con electricistas, hidráulicos, plomeros y con los maestros de obra y albañilería.
Así que, si las municipalidades se ocuparan de reconocer estas capacitaciones, ellas podrían tener las listas, incluso como lo tenía la Municipalidad de Guatemala en los años 30 y 40, tenía listas de maestros de obra a los que les permitían construir.
Además, la Asociación de Ingenieros Estructurales de Guatemala (AGIES), ya desde sus ediciones del 2018, tiene reglamentación básica para esto, que se llaman estructuras menores, las cuales están limitadas a dos (pisos), en lo personal creo que pueden ir a tres.
Desde el sector académico y este tipo de sector gremial debemos aumentar nuestro aporte con manuales.
Por ejemplo, yo tengo un manual de mampostería desde 2015 que ya va por su segunda edición y que este es un ejemplo nada más, este tipo de documentación puede servir para la capacitación a nivel medio.
¿Cómo se pueden tomar los resultados de los estudios que realizó la empresa Miyamoto con cooperación internacional?
— Refleja que la construcción más formal y que normalmente está en manos de profesionales de la ingeniería o de la arquitectura, como el inversionista está consciente de los riesgos, se le ha puesto bastante énfasis en los últimos 15 años.
Los resultados en los tres reportes que generó Miyamoto, lo que se llaman las curvas de fragilidad, o sea qué tan vulnerables son las estructuras, son menores para la construcción mayor porque se les ha prestado mayor atención y también Conred ha pedido que se apliquen normas.
Se están aplicando las normas de AGIES, allí es donde estamos mejor. Falta todavía en esa construcción mayor, mayor atención a los componentes internos de las estructuras.
Un ejemplo foráneo: Chile, en 2010, tuvo una excelente respuesta, especialmente desde el punto estructural, pero el aeropuerto internacional no lo pudieron usar en tres semanas. No hubo un rasguño en la estructura, pero cayeron los cielos falsos, se desprendieron los equipos, había menos atención sobre los componentes internos de la edificación.
Nos falta ponerlo un poco más riguroso. Se está haciendo en la siguiente revisión de normas de AGIES, y la próxima edición es para 2024, ahí se va a poner más énfasis sobre sus componentes internos.
Hacia la construcción menor sube la vulnerabilidad, porque la capacitación es irregular, no todos están suficientemente capacitados y porque hay menos control y menos conciencia sobre la calidad de los materiales.
Capacitación en Guatemala es clave
El experto Monzón resalta en la necesidad de fomentar y publicar material para educar a jóvenes en Bachillerato para hacer conciencia sobre la necesidad de capacitarse para construir y vivir en un país más seguro a los sismos.