Las ciudades pueden hacernos felices si están diseñadas para favorecer el encuentro social y la equidad. Así lo defiende el urbanista Charles Montgomery, autor de Ciudad Feliz (Capitán Swing), donde recoge numerosos ejemplos de transformaciones que han incrementado la felicidad de sus habitantes.
En su libro —de 2015— cita el TransMilenio de Bogotá, un servicio de autobús que se apropió de las mejores vías de la ciudad para acortar los trayectos al trabajo, las playas artificiales a la vera del Sena en París, o como las plazas de uso compartido de Portland.
Confiesa que nunca ha estado en España, pero que últimamente está estudiando y leyendo mucho sobre las ‘supermanzanas’ de Barcelona.

“Todo el mundo habla de eso, hay emoción al ver que se priorizan los espacios peatonales, sin embargo, no se está viendo el desplazamiento de las clases trabajadoras a los márgenes urbanos por el encarecimiento de la vivienda en los barrios del centro”, afirmó durante una entrevista con el medio español 20 Minutos.
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¿Qué necesitamos para ser felices en las ciudades donde vivimos?
— La principal labor de una ciudad es funcionar como una máquina social. La ciudad son relaciones sociales y el ingrediente más importante de la felicidad humana es el empoderamiento, positivismo y las relaciones sociales.
Para ser felices en las ciudades donde vivimos nos necesitamos los unos a los otros, conectar entre nosotros de forma significativa y construir confianza social.
Es decir, espacios públicos de encuentro… Sí, necesitamos espacios de encuentro como preciosas plazas o parques verdes, pero también sistemas que determinen que podemos encontrarnos.
Se han construido ciudades que condenan a sus ciudadanos a realizar desplazamientos increíblemente largos para ir al trabajo y sabemos que cuanto mayor es el tiempo que pasas para ir al trabajo, menor es tu felicidad porque menor es el tiempo que tienes para pasar con la gente que te importa.
¿Por dónde empezar el cambio para conseguir ciudades felices?
— La humanidad comenzó a construir ciudades maravillosas hace cientos de años, pero en el siglo XX comenzó a destruirlas. Mira los suburbios de las grandes ciudades, son un desastre.
¿Por dónde empezar ahora? Por reinvertir en construir bonitos lugares en los que se pueda pasear. Hay quien lo llama ciudades de 15 minutos, hay quien habla de ciudades felices o de ciudades saludables, pero todas se refieren a lo mismo.
¿Cuál es el mayor peligro de las ciudades modernas?
— Hace unos 10 años te habría respondido que el mayor peligro para la felicidad humana en las ciudades era el vehículo privado porque le hemos estado dando a los coches mucho de nuestro espacio más valioso en las ciudades.
Pero ahora creo que la mayor amenaza es la falta de vivienda asequible para la gente normal que trabaja o estudia en las ciudades.
¿Por qué los autos han tomado tanto espacio en las ciudades?
— En el siglo pasado adoptamos una fantasía: Que los automóviles privados nos iban a dar más libertad.
A pesar de que rápidamente aprendimos que eso no era así, rediseñamos las ciudades para los autos. Ahora es el momento de arreglar esas ciudades, de rediseñarlas para la gente. Mira París o Copenhague, o incluso Bogotá o Ciudad de México.
Son ejemplos de lo fácil que es devolver espacios de la ciudad a las personas, dándoles espacio para caminar, para moverse sobre ruedas o ir en transporte público.
¿Cree que llegaremos a ver ciudades diseñadas para andar o ir en bici?
— Las ciudades felices están creciendo por todo el mundo en pequeños trozos. Lo veremos si queremos, y si nos importan los niños, el clima, la salud… Copenhague es fría y lluviosa y ves a la mitad de sus habitantes que van en bici al trabajo.
Ellos no son diferentes de la gente que vive en Vancouver o Madrid, simplemente han rediseñado su ciudad para que sea un lugar más seguro, más saludable y más igualitario, y ahora se mueven de forma diferente. Pienso que es posible que lo veamos, pero sí queremos.
¿Cómo la población puede cambiar la ciudad en la que vive?
— Podemos cambiar nuestras ciudades de dos formas: Debemos organizar y exigir mejores ciudades a nuestros representantes políticos y también podemos empezar cambiando nuestros barrios.
A veces es tan fácil como reunirte con tus vecinos para convertir tus propias calles en plazas públicas, cerrándolas para permitir que los niños jueguen, otras veces significa crear un ‘bici-bus’, es decir, reunir a todos los niños del barrio para que juntos puedan ir en bici al colegio de forma segura…
¿Existe la ciudad más feliz del mundo? ¿Cuál es?
— Pienso que no existe la ciudad más feliz del mundo, pero, como ya he mencionado, hay trozos de ciudades felices repartidas por todas partes.
Podemos encontrar ciudades felices en el paseo de la ribera del río Sena de París, donde la gente pasea y pronto podrán bañarse; en los bulevares de Ciudad de México, que han sido devueltos para el uso de la población; o en Tubinga, en Alemania, donde la gente se ha construido sus propios bloques de apartamentos, y en Washington DC, donde la gente ha recuperado parte del terreno para uso comunitario y no podrán ser expulsados. Deberíamos inspirarnos por todos estos lugares.
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Para terminar, ¿qué necesitamos ver a través de las ventanas de nuestra casa para ser más felices?
— Cuando miras por la venta, las cosas que probablemente más felicidad te aportarán no son ver automóviles caros o edificios lujosos, sino niños jugando en la calle de forma segura, espacios verdes envolviendo nuestro barrio y ver a todos, jóvenes y viejos, ricos y pobres, moviéndose con seguridad por el barrio. Ver espacios relajados donde la gente tiene tiempo de saludarse y sonreír.