La crisis climática está obligando a constructores, arquitectos y urbanistas a replantear casas y ciudades resilientes ante el cambio climático. ¿En qué consisten? ¿Cuáles son sus límites? ¿Viviremos en ciudades flotantes?
Ya en 2005 la desestabilización del permafrost —suelo helado— era un problema para poblaciones como la ciudad rusa Vorkutá. Esta localidad tiene el 80 % de sus edificios afectados porque el suelo sobre el que están construidos se derrite.
Por su parte, el aumento de la fuerza de los huracanes y el cambio de temperatura del exterior provoca que se alteren los hábitos para climatizar el hogar. Ante estos y otros cambios, ¿cómo se adaptarán los edificios para lograr ciudades resilientes ante el cambio climático?
Viviendas flotantes y elevadas para las crecidas de agua
En Ámsterdam, las viviendas flotantes se desplazan, sin hundirse. Se trata de una solución ingeniosa y estética, aunque se debe tener en cuenta su elevado costo.
Asimismo, existen conceptos sobre ciudades resilientes al cambio climático que son flotantes e incluso subacuáticas, como Oceanix City, que se construirá en Corea del Sur, en el puerto de Busan.
Aunque con rénderes cautivadores, este tipo de propuestas no resultan realistas y sostenibles.
Aunque sea menos impresionante que las ciudades flotantes, resulta más sostenible y económico adaptar ciudades existentes para hacerlas resilientes al cambio climático, en tierra firme.
Aunque las ciudades flotantes se continúan investigando, se han descartado por su elevado coste.
¿Ciudades resilientes bajo tierra?
La vida bajo tierra en un refugio tipo búnker tampoco parece muy realista.
Aunque sin duda un búnker puede ser una herramienta temporal y provisional ante un evento catastrófico, no es posible pasar largos periodos de tiempo bajo tierra, ni tampoco cultivar dentro.
De modo que, no parece probable que se lleguen a ver ciudades resilientes subterráneas más allá de algunos experimentos curiosos, pero no autónomos y siempre dependientes del exterior.
Es un problema similar al de las colonias en otros planetas: la humanidad necesita suelo donde cultivar y vivir.
Energía, la clave para una vida resiliente
En casi todo el planeta, el problema más urgente relacionado con la crisis climática son las temperaturas, especialmente las altas temperaturas en verano.
Es por ello que la estrategia de adaptación por excelencia es mejorar el aislamiento y las condiciones térmicas de los edificios.
Lo cierto es que el aumento de temperaturas no se soluciona con acciones individuales. Por esta razón, muchos edificios priorizan ya la inclusión de zonas con agua. También dan espacio a fuentes y canales donde la gente pueda pasar el día.
Reducir la dependencia energética de los edificios también es una medida que contribuye a aumentar la resiliencia. Esto se puede hacer de dos maneras:
— Reducir el consumo con medidas de eficiencia
— Generación localizada en la vivienda o en la zona.
El ejemplo más conocido son los paneles solares, aunque también está la opción de energía eólica.
Asimismo, resulta interesante el uso de fachadas y cubiertas verdes en los edificios. Gracias al aislamiento que presentan, ayudan a reducir la temperatura en las inmediaciones y dejan espacio a la biodiversidad.
Resiliencia urbana: la ciudad del futuro será verde
Ciudades de todo el mundo se han puesto ya manos a la obra para restaurar los humedales y las riberas de los ríos, dando espacio a la vegetación, aumentando las superficies permeables al agua de lluvia, creando huertos urbanos o plantando vegetación adaptada.
La vegetación juega un papel fundamental en la adaptación a la crisis climática. También la circularidad de los circuitos de materias
De modo que, en cuestión de materiales de construcción, lo ideal sería emplear materiales tan locales como fuese posible.
Las viviendas del futuro se parecerán mucho a las viviendas del presente, de la misma forma que estas se parecen a las que había hace 200 años, con no demasiados cambios sustanciales.
Eso sí, es probable que veamos sobre sus tejados ingeniosas flores eólicas y paneles solares, así como bosques en sus fachadas, levantadas sobre ciudades diseñadas con la resiliencia en mente desde el primer minuto.