El covid-19 ha hecho común una terminología que era casi desconocida en enero 2020: mascarillas, KN95, higiénicas, gel hidroalcohólico, ventilación cruzada, medidores CO₂. Parecemos profesionales en la materia y sin embargo, hay cosas que vale la pena reforzar porque ponen en juego la salud.

Gemma del Caño, farmacéutica y experta en seguridad alimentaria, indica que para la oficina y las escuelas es importante intentar que haya ventilación natural, pero que sea cruzada.

«No siempre se pueden tener ventanas y puertas abiertas en clases u oficinas. Entonces hay que aprovechar de la ventilación central, que suele tener sensores además”, explica.

Mucha ventilación tiene sensores calculan la calidad del aire, similares a los termostatos de las calefacciones en casa. Esos sensores miden que la calidad del aire disminuye y entonces, vuelven a ventilar.

“El tema es que lo adecuado sería no poner esos sensores para que esté permanentemente ventilando. Hay que intentar reducir la recirculación de los equipos: que ingrese aire limpio y que se extraiga el sucio, pero que no esté recirculando”, señala del Caño.

Espacios de especial atención

Sobre si hay que prestar especial atención en algún espacio, la experta señala los baños. En los vestuarios y en las zonas comunes no suele haber ventilación natural. En este caso, se pueden usar también, si no queda más remedio, los aparatos para purificar el aire.

«Hay equipos que son autónomos, pero lo suyo es que se hiciera primero un análisis para saber cuál es el caudal que se necesita si son aparatos portátiles. Lo idóneo es revisar el caudal”, dijo.

Así, si tuviésemos que hacer una recomendación de sistemas de ventilación, sería, según Caño, “de más a menos, ventilación natural y cruzada. Después, la ventilación centralizada individual y finalmente, los purificadores de aire”.

Medidores de CO₂

Otro aparato que puede ayudar para ver la calidad del aire y evaluar la necesidad de ventilar son los denominados medidores de CO₂. Son dispositivos diseñados para valorar la calidad del aire. Se recomienda su uso en lugares cerrados con más de 20 personas, donde se duda sobre su correcta ventilación.

En realidad, son sondas que miden el dióxido de carbono en ppm (partes por millón) alrededor. Lo más habitual es que sean sensores que funcionan por infrarrojos, aunque hay otras opciones. «Estos basan su funcionamiento en que el CO₂ absorbe la radiación infrarroja de una forma única de manera que puede conocer cuándo la presencia de dióxido de carbono en el ambiente es elevada”, explica del Caño.

En el exterior, la concentración de CO₂ ronda las 350-400 ppm. En un sitio cerrado serían tolerables hasta 1 mil 000 ppm, aunque lo recomendable sería entre 500 y 800. A partir de 2 mil ppm se podría considerar que la habitación no está correctamente ventilada.

Ojo a cómo se coloca

“Es necesario colocarlo correctamente. No puede estar cerca de corrientes de aire o zonas muertas como estanterías, también habría que evitar que estuvieran cerca de fuentes de calor», resalta la farmacéutica.

Según Caño, no se puede considerar un medidor de CO₂ como una garantía de eliminación de riesgo de contagio, sino como una validación de la eficacia de la ventilación.

«Únicamente son sondas que aportan un indicativo más de un estado del ambiente. No aseguran una reducción del contagio, no evitan que ventilemos y, bajo ningún concepto se pueden usar de excusa para eliminar el resto de las medidas”, finaliza la experta.

Con información de: idealista.com

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