El deseo de muchos niños, y estoy seguro de que también de sus padres, es visitar Disneyland al menos una vez en su vida. Se tiene este anhelo de poder experimentar la magia que tiene dicho lugar, que puede sacarnos una sonrisa con simplemente haber puesto un pie dentro del “parque de diversiones”.
Y lo pongo entre comillas porque para mí no es considerado simplemente un parque, fácilmente podríamos decir que es una ciudad. La mejor ciudad de todas.
Fue hace aproximadamente cinco años que escuché la idea de “se deberían de diseñar las ciudades como se ha diseñado Disneyland” y, aunque nunca había tenido ese pensamiento, no puedo estar más de acuerdo con ellos. Disneyland posee un diseño impresionante.
Con el simple caminar, uno experimenta todo aquello que desea con los cinco sentidos. La ciudad se encuentra configurada de tal manera que generamos un deseo de pertenecer a todo aquello que nos ofrece.
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Al entrar, vemos las tiendas de ropa y sentimos que una nueva camisa nos hará la persona más atractiva del lugar. Jugamos con las espadas o varita mágica y nos sentimos el siguiente príncipe o princesa. Escuchamos la música y nos generan ganas de bailar, olemos la comida, nos da hambre y creemos que es la comida más rica que hemos saboreado.
Cada segundo que pasamos dentro exalta nuestras emociones y nos hace sentir vivos, de tal forma que Disneyland es la mejor herramienta o referencia que podríamos utilizar para construir las mejores ciudades.
Ciudades en donde todos los individuos se sientan únicos y deseen ser parte de ella todos los días. Y es ahí, en donde este “parque de diversiones” posee todo aquello que los ciudadanos necesitan para poder desenvolverse óptimamente, como:
La vida peatonal
Ni una sola calle para vehículos… ¿No es ese el sueño? No hablo de eliminarlo completamente, pero al disminuirlo, aumenta la calidad de vida humana.
La vida peatonal promueve la salud y actividad física, mejora la calidad del aire y disminuye la huella de carbono emitida por los carros, impulsando la sostenibilidad social, ambiental y económica. Brindando muchos beneficios para las personas y las ciudades que lo implementan.
Luces, “ojos en la calle” y seguridad
¿Nunca les ha pasado que entran a un lugar oscuro y empiezan a moverse despacio con miedo a que algo aparezca de donde no pueden ver? Justamente por eso, las ciudades necesitan que los espacios públicos, aceras, banquetas, calles y edificios posean la iluminación adecuada, con el objetivo de generar “ojos en la calle”.
¿Qué significa esto? Con buena iluminación hacia las calles y espacios exteriores, las personas que se encuentran en los edificios, en los restaurantes o caminando, pueden ver a quienes están en las calles, generando espacios en donde se sabe todo lo que sucede las 24 horas del día. Esto genera seguridad y paz a la hora de cruzar la calle o circular un espacio, específicamente de noche.
Sombra y mobiliario urbano
¡Nada como un refrescante día soleado para salir a caminar! Hasta que el sol es muy fuerte y no hay un lugar para descansar bajo la sombra de un árbol.
El balance perfecto es tener lugares soleados y también con sombra, esta puede ser generada por múltiples árboles, por voladizos en los primeros niveles de los edificios para colocar restaurantes con sombra o tener pequeños puestos de comida en medio de los parques con lugares acogedores para sentarse y disfrutar de un café mientras escuchas a la naturaleza.
De igual manera, los espacios de convivencia generados por lugares con sombra o el mobiliario urbano son el principal lugar de interacción social, en donde las personas pueden disfrutar con sus seres queridos, conocer nuevas personas, realizar intercambios o jugar.
Entretenimiento y comida
Los primeros niveles de los edificios de oficinas o apartamentos son un punto indispensable para las tiendas de productos y restaurantes.
Cuando uno camina por la ciudad y experimenta todas estas sensaciones positivas debido a la naturaleza, la luz, el viento, el interactuar con las personas, entre otras, tenemos varios impulsos por seguir disfrutando y consumir productos que nos ayuden a hacerlo.
Nos dan ganas de comprarnos una nueva camisa o quedarnos a disfrutar de un croissant a la orilla de la calle. Son también puntos de encuentro entre personas, para lograr ponerse al día desde que ya no se ven o incluso tener una reunión de negocios.
Concretando
Todo esto y más, son características que nos proporcionan los diferentes parques de diversiones de Disneyland, de los cuales podríamos aprender muchísimo sobre los aspectos positivos que tienen estos lugares mágicos para hacer que las personas nunca quieran irse y así construir ciudades de la misma manera.
Hacer las ciudades agradables, seguras y sociales, para convertirlas en el epicentro de todo aquello que favorece a las personas y que las personas puedan decir que las ciudades son “los lugares más felices del mundo”.
